BUROCRACIA

Por: Turki Al Maaz

El sistema capitalista, como ya lo hemos dicho muchos revolucionarios, solo deja miseria en todos los aspectos, trabajadores y trabajadoras enfermas, con discapacidad, muertos, así como naturaleza muerta, es decir acaba con todo y con todos y todas.


Esto solo responde a su esencia y naturaleza. Pero hay un elemento que existe y seguirá existiendo aún en la fase de transición socialista y que solo desaparecerá cuando la humanidad llegue al estadio comunista, donde el Estado deje de existir y los hombres y mujeres vivan en plena armonía, entre ellos y la naturaleza.

En nuestro país se vive una etapa de “transición” hacia el socialismo donde nuestras luchas son mediatizadas, no solo por los actores de oposición sino por aquellos que de alguna manera “apoyan” el proceso de cambios, fundamentalmente los que se encuentran en cargos burocráticos de dirección, ministerios, vice ministerios, instituciones y en algunas direcciones del PSUV.

Explicar porqué la oposición apátrida, títere del sistema capitalista dominante mediatiza nuestras luchas no es lo que queremos analizar. Queremos analizar el por qué estos que dicen apoyar el proceso de cambios hacia el socialismo hacen lo mismo y más aún, ya que escudándose en su ropaje “socialista” pretenden controlar los movimientos independientes populares y de la clase trabajadora.

Nuestro Estado aún es capitalista burgués, esto para dejar bien claro que no estamos en un Estado revolucionario, precisamente es hacia allá donde queremos avanzar. Esta tarea, que debe estar fundamentada en los principios del socialismo científico es sumamente difícil con la dispersión que existe en la izquierda venezolana pero fundamentalmente en la organización y unificación de la clase trabajadora.

A esto tenemos que agregarle, necesariamente, los mil mecanismos creados por el sistema dominante para enajenarnos y transformarnos en sujetos individuales.

Ahora bien, en Venezuela, dentro del marco revolucionario que abrió sus puertas en el año 89 con el “caracazo” y que coronó con el triunfo del Comandante Chávez, no deja de ser el espacio adecuado para el surgimiento de formas organizativas por doquier, que apuntan a soluciones profundas para las mayorías en los barrios, en los campos, en las empresas y así en todos los lugares donde se desenvuelve la vida cotidiana.

Este simple hecho, que no solo refleja voluntad organizativa sino politización, a pesar de sus mil debilidades, no solo atemoriza al imperialismo sino a la burocracia institucional. Este temor hace que estos burócratas de oficio sientan que el piso se les mueve y viven en un vaivén del que no saben como salir.

Los burócratas tienen una característica común, por lo menos en aquellos que saben la diferencia entre un burócrata de un Estado socialista revolucionario y un burócrata de un Estado capitalista burgués, y es que le temen a la organización de la clase trabajadora. En nuestro país, que avanza hacia un Estado socialista, la mayoría de los burócratas que ostentan sendos cargos y que se suponen de izquierda, socialistas, revolucionarios, deben facilitar y abrir espacios para la formación, organización, unidad y movilización; sin cercenar la autonomía e independencia de los movimientos. En ese sentido deben ayudar a romper la falsa cáscara de que las instituciones no son espacios para el Poder Popular, y de esta manera estará colaborando, desde la institución burguesa a la destrucción de esta y la construcción de la otra, la revolucionaria en manos del pueblo pobre. Muchos de estos burócratas son de la vieja guardia, que lamentablemente se mimetizan y se adaptan al Estado burgués, hay otros que son nueva vanguardia y como dice Modesto Emilio Guerrero “Una gran cantidad de camaradas llegan sanos y salen dañados de un organismo público” (12 Dilemas de la Revolución Bolivariana. Pág. 258).

También hay burócratas que dirigen nuestras instituciones y que son abiertamente de oposición, estos no dudan en ser déspotas, crueles y desalmados con los trabajadores y violan absolutamente todos sus derechos sin importarles lo que suceda, estos son los que llevan el odio a nuestro proceso a flor de piel.

La diferencia entre este último burócrata abiertamente de oposición y el burócrata que dice ser revolucionario, es que el primero no acepta críticas de ningún tipo, está totalmente convencido de que él es el absoluto dueño de la verdad y el segundo es que solo acepta críticas de forma más no de contenido por que cree ser dueño de la verdad.

Lo terrible del burócrata que dice ser revolucionario, es que subestima y se burla de los esfuerzos organizativos de la clase trabajadora y escudándose en su jerarquía manipula a los trabajadores.

En nuestro país anida el socialismo en todos los rincones de las grandes mayorías desposeídas y aunque no manejen teóricamente su significado, muchos lo practican de manera empírica, lo cual le da contenido autóctono, endógeno y esto a pesar de las grandes adversidades de la vida cotidiana a la que hemos sido sometidos, no deja de ser un elemento de profunda preocupación para estos “señores”.

Los burócratas institucionales del proceso revolucionario bolivariano se ofenden cuando se les dice burócratas, reflejando con esta ofensa su desconocimiento del significado de la palabra y por supuesto como mecanismo de defensa, se jactan de hablar de control obrero, de marxismo, de leninismo, de trotskismo, abren espacios para talleres con “revolucionarios especialistas”, pero en la práctica son totalmente invisibles y desconocen toda organización de las bases, en pocas palabras, son charlatanes que presumen de intelectuales activistas.


¿Qué hacer?

“La transición venezolana tuvo, tiene y tendrá brillos y opacidades. Jamás podrá ser lineal e incontaminada, dado que se trata, nada más y nada menos de salir del capitalismo, de su cultura totalizante, de sus lógicas que combinan la explotación, la dominación y la reproducción.” (Aldo Casas. Citado del libro 12 Dilemas de la Revolución Bolivariana, Pág. 195 de Modesto Emilio Guerrero).

Partiendo de esta cita, podemos tener una idea del fenómeno de la burocracia y entender el por qué de su existencia, ahora bien, lo que debemos buscar es la forma de combatirla ya que ella se reproduce con mayor rapidez y facilidad que cualquier organización popular o de la clase trabajadora y de eso ellos están concientes.

Como decimos aquí en Venezuela, una de las patas cojas del proceso revolucionario venezolano es la falta de una organización unificada y fuerte del movimiento de los trabajadores y trabajadoras, la dispersión, las divisiones, los protagonismos individuales, las mafias sindicales y el sectarismo no han permitido el avance y profundización de nuestro proceso.

Esto no solo permite el surgimiento de fenómenos como la burocracia exacerbada sino la manipulación y el control por parte de izquierdistas conservadores y oportunistas de las distintas organizaciones de la clase trabajadora, cosa que ya viene ocurriendo, principalmente en la clase trabajadora al servicio del Estado, esto se puede observar en algunos Consejos de Trabajadores que han nacido por iniciativa de estos pero que han perdido su autonomía e independencia al ser financiados por la empresa para la cual trabajan o las organizaciones de Delegados y Delegadas de Prevención, entiéndase Frentes, Consejos u otra forma organizativa, las cuales por lo general no se movilizan si el INPSASEL no les gira una especie de permiso.

Una de las primeras cosas que debe hacer el movimiento de la clase trabajadora es romper con el paternalismo, es decir, no debe esperar a que nuestros problemas nos lo solucione el Estado a través de sus instituciones, tenemos que entender que este Estado no responde a nuestros intereses sino a los intereses del capital y esto ha quedado demostrado a través de décadas de dominación imperialista.

La clase trabajadora debe asumir su organización (sindicato, consejo, frente, etc.) como su herramienta para la lucha por sus reivindicaciones y no como trinchera de aquel que fue electo como su vocero o vocera, de esta manera estaremos rompiendo con el fantasma de la representatividad y empezaremos a asumir la participación como método cotidiano de nuestras luchas y nuestras vidas.

Debemos desplazar a los “dirigentes” que no impulsen la unidad de los distintos colectivos y organizaciones y asumir nuestro papel como parte indispensable en esta tarea.

Debemos abrir el abanico y salir a las comunidades para comenzar a articular con estas en sus luchas y en nuestras luchas, tenemos que romper con el viejo esquema de vernos separados, resulta que los trabajadores y trabajadoras de las distintas empresas e instituciones son parte integrante de las comunidades ya que allí viven, eso hará más fuertes todas nuestras luchas.

Debemos empezar a buscar la unidad de los distintos movimientos y organizaciones aunque sea en puntos mínimos pero puntuales y no ambiguos. Hoy hay un sin número de organizaciones de la clase trabajadora y de los sectores populares, pero lamentablemente cada una por su lado, es precisamente esto lo que debemos empezar a resolver, cuando empecemos a ver este resultado, no solo la burocracia temblará sino que empezaremos a tomar el control de nuestras vidas ya que con la fuerza de la organización y la unidad comenzaremos a controlar el aparato de Estado y a ponerlo al servicio del pueblo.

Recordemos camaradas, no hay revolución socialista sin una clase trabajadora organizada, unificada y fuerte.

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