¿GANSO O AVESTRUZ?

Por Hindu Anderi

Si algo hemos aprendido en este proceso es a dar la cara. Asumir la responsabilidad y a no escondernos luego de tirar la piedra. Esa actitud solo es de cobardes. Y nosotros no lo somos. Eso no fue lo que aprendimos en nuestra militancia pasada y tampoco, a raíz del origen del “por ahora”, con el que muchos de los que hoy están en esferas de poder no estuvieron de acuerdo. También entendemos que asumir un error no es fácil, ni lo ha sido nunca.

A partir de la deportación del camarada Joaquín Pérez Becerra, periodista perseguido por el narco-paramilitar gobierno de Colombia, se ha desatado una feroz campaña contra quienes por diversas razones y de diferentes maneras, expusimos públicamente el rechazo a la medida. Pero este tipo de campañas se asoman cada vez que se presenta una situación que nos coloca en una encrucijada. Ya nos vamos acostumbrando a que nos quieran poner en la acera del frente, cuando somos concientes de que nuestro pellejo está tan cerca de la candela como el de cualquiera comprometido en este proceso. Entendemos que es más fácil insultar, descalificar, humillar públicamente (utilizando el poder que podamos tener en el momento) que asumir el costo de dar la cara a una porción importante y digna del pueblo en sus demandas, sean acertadas o erradas. Aunque sabemos que en cuanto al derecho internacional, en este asunto, hay muchos cabos sueltos, como lo argumenta el escritor y abogado Luis Brito García en su más reciente artículo de opinión titulado Extradición, del cual extraemos el siguiente párrafo: “Secuestrar a un comunicador social inocente de todo delito común y entregarlo por la fuerza a un país del cual no es nacional; a un país donde fueron asesinadas su esposa y cinco mil copartidarios; donde en tres años se cuentan más de 38 mil desaparecidos y más de tres millones de desplazados forzosos por operaciones militares ciertamente representa un peligro para él, y para quienes confiamos en que constituciones, leyes y derechos humanos eran más que últimas palabras”.

Si la medida de enviar a Joaquín Pérez Becerra (la concha de mango) a Colombia fue necesaria para evitar un “mal mayor”, y en definitiva con el tiempo veremos que fue acertada, conveniente y plausible por todos, ello no justifica que quienes la consideren contraria a las aspiraciones del movimiento de solidaridad internacional y lo hagan público asumiendo su responsabilidad al hacerlo, sean deshonrados con epítetos como el de infiltrados de la contrarrevolución, pagados por la CIA, o sus mensajeros. Eso no lo aceptamos, hacerlo sería un mal incluso para quienes sin medir el costo que eso tiene, lo hacen. Pareciera que la quema de las fotografías de los ministros Andrés Izarra y Nicolás Maduro, pesó más que la necesidad de la gente de obtener respuestas frente a lo silenciado, o lo incomprensible.

El objetivo que persiguió la protesta no fue quemar a quienes unos consideraron Judas. Eso no fue lo acordado, sin embargo, algunos compañeros lo asumieron, como suele ocurrir en todas las instancias donde se adoptan posiciones que no son necesariamente compartidas por todos. Lamentablemente esa decisión soslayó el verdadero fin de la presencia de los movimientos en la Cancillería y en la Asamblea Nacional. Organizaciones que estaban esperando respuesta por parte de quienes desde el principio y de manera ligera, le dieron el calificativo de terrorista al periodista Joaquín Pérez Becerra.

Es cierto que unas posiciones frente a la deportación han sido más radicales que otras; más irreverentes que otras; más imprudentes que otras; menos diplomáticas que otras. Pero, ¿no es así este pueblo, este gobierno y este proceso? , ¿No es así como respondemos en esta sociedad multiétnica, pluricultural que promueve la igualdad sin discriminación alguna? , ¿No es ello expresión de lo diversos que somos?.

Nos preguntamos ¿debemos guardar silencio frente a lo que entendemos como una injusticia? , ¿tenemos que apoyar incondicionalmente las medidas y aguantar callados cuando consideramos se nos atropella y se nos endilgan epítetos como “terroristas”, “ultraizquierdistas” “extremistas al borde de la locura”?. ¿No se trata de un proceso donde todos somos corresponsables de lo que ocurre y se decide?, ¿es que acaso a la hora de una invasión a nuestro país los misiles van a ser dirigidos a los macro-revolucionarios y el resto, los “infiltrados” van a salvarse?.

¿TRAIDORES?

Algunos miembros de sectores políticos se expresan de los integrantes de movimientos y organizaciones populares como si fuesen los enemigos de la Revolución. Como si defender los derechos por los que siempre hemos peleado, no ahora, sino siempre, fuese un acto de traición. ¿No era el pueblo llano y las organizaciones populares las que estaban en la calle defendiendo al presidente Hugo Chávez y al proceso en abril del 2002; durante el paro sabotaje petrolero, entre otros momentos de caos? , ¿Es que el pueblo que desde el principio apoyó y apoya al líder del proceso vino del planeta Marte?

¡Si, conspiramos! , a favor de las causas en las que creemos, a favor de Chávez, nuestro líder y candidato a la presidencia para el proceso del 2012, quien no sólo es objeto de una campaña de desprestigio internacional, sino de un plan para generar fronteras que lo separen del pueblo afectando el amor que existe y que lo ha mantenido unido desde el principio.

¡Claro que conspiramos! Como conspira el propio Hugo Chávez. Siempre lo hemos hecho contra los intereses de la clase dominante; de los imperialistas, sionistas; contra los pequeños burgueses que abundan en el proceso; contra el modo adeco de ver la revolución. Contra quienes pisotean el pensamiento bolivariano; martiano, guevariano. Contra quienes no dejan espacio para el amor en sus corazones y nos hacen ver que con vestirse de rojo sustituyen ese sentimiento que debe guiar a todo revolucionario como nos lo enseñó el Ché. No somos más revolucionarios que nadie; no somos más papistas que el Papa, no somos más chavistas que Chávez. Pero no somos traidores, somos gente que cree en la justicia social, que cree en la integración y unidad de la Patria americana; que cree en esta Revolución y que ha sido consecuente. Que no tiene miedo de cuestionarse; de revisarse; que no le teme a la crítica; que ha demostrado tener el cuero duro para no sólo hacer frente a la llamada contrarrevolución, sino a la muchas veces más implacable derecha endógena reconocida y denunciada incluso por el propio líder del proceso.

No evadimos la discusión, porque no tememos a las represalias; por el contrario, generamos debate cada vez que decimos lo que pensamos; cada vez que ejercemos como lo establece la Constitución, en la que no sólo creemos sino que suscribimos, el derecho a la libertad de expresión. Y eso es parte de nuestro compromiso revolucionario. Somos irreverentes en la discusión, pero hemos demostrado nuestra lealtad en la acción frente a nuestro enemigo común.

Queremos y necesitamos el debate. El pueblo en sus distintas expresiones durante estos 12 años de Revolución lo merece. Se lo han ganado quienes desde afuera hacen campañas y comprometen su vida por el proceso bolivariano, cuya solidaridad no podemos despreciar. Lo contrario sería un acto de miseria humana que riñe con los principios de la Revolución de quienes estamos resteados con Chávez y con el proceso, pero no tememos al cuestionamiento.

Sí queremos un futuro de paz para nosotros y nuestros hijos, pero también para todos los hijos de Nuestra América; para los hijos e hijas de todos los pueblos; quienes han sido ocupados, dominados y masacrados por el mismo imperio que hoy pretende echar por tierra, de todas las formas, un proceso que ni le pertenece, ni es responsabilidad solo de uno, de dos o tres, sino de todo un pueblo que se hace consciente cada día y que lucha por remontar la política clientelar; que apuesta por la conciencia y la liberación.

Seguiremos conspirando a favor de la verdad, de la justicia, de la solidaridad y además, resistimos. Pero camaradas, compatriotas, preferimos el papel de gansos y enfrentar, y asumir con dignidad nuestros aciertos o errores que ser avestruces y esconder nuestras cabezas en la tierra. Y no nos da la gana de saltar la talanquera porque del otro lado están los enemigos de la Revolución.

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