Verticalismo u horizontalidad en la toma de decisiones

Por: Turki Al-Maaz

En nuestro país, la izquierda que se encuentra en algunas instancias del gobierno tiene un problema muy grave. Una izquierda que siempre estuvo en la oposición, hoy tiene la posibilidad objetiva de gobernar, hecho que ha develado a través de la práctica su profunda formación verticalista, como diría un camarada formación Fayoliana.

Después de casi once años del proceso revolucionario no existe ninguna institución o empresa del Estado bajo el control directo de los trabajadores y menos aún bajo un control compartido, una de las razones, sin lugar a dudas, es que el Estado sigue siendo capitalista burgués, pero esta razón no es la excusa para que la actitud de algunos “dirigentes de izquierda” sea de subordinación acrítica, tanto de su papel en el aparato del Estado como del proceso en sí, adaptándose de manera vergonzosa al sistema dominante y abandonando, si alguna vez la tuvieron, los mecanismos democráticos en la toma de decisiones.

Tomar decisiones desconociendo la realidad de los trabajadores y trabajadoras que ejecutan los trabajos es en resumidas cuentas lo que hacen, pero lo mismo hace con los colectivos populares y de trabajadores organizados. En ese sentido esta “izquierda” no debe concebir al pueblo o fuerza social popular como algo ya dado que se puede manipular y que solo basta agitar, sino como algo que hay que construir y no precisamente al margen.

El estilo de conducción verticalista de la “izquierda”, que se traducía en pretender dirigir autoritariamente desde arriba “bajando” líneas de acción a las bases sin posibilidades de discusión por las mayorías, era y sigue siendo la práctica habitual a pesar de que este estilo ha demostrado históricamente su fracaso rotundo en la construcción del socialismo.

Por otra parte estos “izquierdistas” valoran excesivamente la teoría lo cual se traduce en actitudes teoricistas y dogmáticas y la tendencia es a hacer análisis teóricos de carácter general o a copiar modelos foráneos, pierden la capacidad para explicar como funcionan los procesos concretos ya que de igual manera pierden el contacto con los procesos concretos, que es donde se valida la teoría y se enriquece.

Ahora bien, suele ocurrir que estos “dirigentes de izquierda” se consideran los portadores del saber o de la conciencia socialista, estimando que son los únicos en algunas instancias institucionales capaces de elaborar la estrategia y la táctica que debe ser aplicada por los trabajadores a su “cargo”. La humildad como condición necesaria para los revolucionarios socialistas se esfuma como el agua entre los dedos y pasan a ser autoritarios y déspotas perdiendo de esta manera la sensibilidad que da el trabajo al lado de la clase desposeída.

El producto de esta forma de dirección es precisamente un trabajador dócil y sin personalidad, ya que la “dirección” siempre tiene la razón y la tendencia del trabajador será expresar su adhesión acrítica y total a estos dirigentes.

Estos sujetos tienden a adaptarse de manera oportunista a la situación existente, fundamentalmente institucional, esta forma de hacer política excluye todo intento de levantar una alternativa frente al capitalismo ya que obedece a políticas elaboradas desde arriba y sin contenido real de la lucha de clases.

Esta práctica es común en la mayoría de la izquierda venezolana tanto en las instituciones del gobierno como en las organizaciones políticas.

En ese sentido, en las instituciones que elaboran políticas con equipos de “alto nivel” sin el concurso necesario de la clase trabajadora y el pueblo organizado, la tendencia es al fracaso absoluto en el impulso de la organización y unidad de las grandes mayorías ya que estas políticas no se asumen como propias y nunca responden, por la forma en que se construyen, a las necesidades reales de las mayorías.

Hoy la mayoría de los “dirigentes” del PSUV ostentan sendos cargos en la administración pública y los que no, trabajan en función de este objetivo, en ese sentido la militancia se delega en estas personas que detentan estos cargos públicos y administrativos. La lucha prioritaria dejó de ser la colectiva para convertirse en la acción parlamentaria o en la presencia mediática, la acción militante se ha reducido a las fechas electorales.

Para ser consecuente con el discurso, se debe abandonar esta metodología de elaboración política, de planificación, de estrategias, de tácticas que se limitan a un círculo cerrado de “alto nivel” excluyendo a los verdaderos protagonistas del proceso.

Quienes actúan en la elaboración de la política, planificación y estrategias son más importantes que los planes en si mismos, el proceso de construcción ha de basarse en el aprovechamiento y especiales habilidades de los que dirigen y de los que trabajan en la construcción de los planes, pero más importante aún y esto lo debemos tener muy presente, son las capacidades y habilidades de los trabajadores y trabajadoras que tendrán que llevar a feliz término la ejecución de dichos planes y para que esto sea así, estos necesariamente deben participar en la elaboración de la política, planificación y estrategias, de esta manera el acabado final será el más óptimo.

En ese sentido, este trabajo de dirección solo se logra si asumimos el mismo de manera amplia y como equipo, es decir, con los trabajadores como sujetos activos, creadores y principales protagonistas de la transformación social.

Ahora bien, las organizaciones sindicales, los partidos políticos, las organizaciones populares deben construir una nueva estrategia, ya no se trata de la simple solidaridad con la clase trabajadora, se debe impulsar la organización y unidad de todos los afectados por el sistema capitalista, los cuales somos la mayoría, trabajadores temporales y permanentes, contratados y sub contratados, comunidades, organizaciones populares y esto no solo debe ser para situaciones coyunturales sino permanente ya que de lo que se trata es de construir una sociedad distinta, incluyente, solidaria, humana, socialista.

La organización de la clase trabajadora es cuantitativamente mayor a la de sus enemigos de clase y si a esto le sumamos los sectores populares, sindicatos y partidos políticos, lograremos destruir el fantasma del despido en las empresas, del deterioro ambiental y de la fragmentación que han sufrido los oprimidos y explotados. Pero esto se debe construir en el día a día, en las luchas concretas y no desde curules o cúpulas elitescas.

Debemos entender que una cosa es lograr luchas puntuales y exitosas contra el sistema y otra cosa es lograr derrocar ese sistema y construir con el poder obtenido un sistema superior, en ese sentido no se trata de estar en contra de la unidad coyuntural para lograr éxitos en nuestros objetivos inmediatos, se trata de mantener esa unidad coyuntural y transformarla en permanente para garantizar el éxito en nuestro objetivo estratégico.

Desde los espacios donde estemos debemos abandonar el verticalismo, la hegemonía y el protagonismo individual, para pasar a facilitar procesos de organización y unidad autónoma e independiente, espacios donde generemos mecanismos que garanticen la participación de todos y todas en la elaboración de políticas, en la gestión, en el control, en fin, en todo lo que tenga que ver con el desarrollo político, económico, social y cultural del pueblo.

La dirigencia juega un papel fundamental, si esta no cambia su metodología, es decir si no pasa de la dirigencia burguesa Fayoliana a una dirigencia horizontal característica fundamental de todo socialista, la tarea será más dura de lo que ahora es.

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